Jornada 38. FC Cartagena 3 - Levante UD 5

Una cosa te digo. Ayer salí del estadio como si me hubieran estafado. Como si un trilero me hubiera invitado a encontrar la bolita aun sabiendo él y sabiendo yo que no había bolita por ningún lado. ¡No, pero da igual, hombre, tú dime dónde está la bolita!. El Cartagena, exceptuando la empanada inicial que ya se está convirtiendo en marca de la casa, hizo un buen partido ayer. El problema es que los 12 hombres que puso en liza el Levante también hicieron una gran labor: 11 de ellos trabajaron con honestidad mientras el otro se encargaba del trabajo sucio. No lo necesitábamos, ni nosotros ni ellos. Ni el Cartagena ha hecho nada para merecer esto ni el Levante necesita que nadie le ayude; es un gran equipo y estaba capacitado para ganar por sus propios medios. Lo siento por los dos.

Otra cosa. Partidos como el de ayer me hacen estar aún más orgulloso de mi equipo. Hasta el último momento, y a pesar de ir perdiendo 2-5, estuvimos luchando y a punto estuvimos de empatar. Y eso que Juan Ignacio, en mi opinión, no acertó con los cambios. Qué pena esos dos balones al poste aunque, según un amigo, si hubiéramos marcado esos dos goles ya habría ideado el otro la forma de que el Levante marcara el sexto gol.

Y todavía te voy a decir otra cosica más. La gente que se fue del estadio antes de hora me recordó al político que se pone el primero para salir en la foto cuando el deportista de turno consigue una victoria y que se esconde para que no le salpique la sangre cuando el mismo deportista pierde. La única diferencia es que los que se marcharon ayer fueron unos pocos mientras que, por desgracia, políticos hay demasiados. De pena. Y no me refiero a los políticos, sino a los que se largaron. Bueno, y a los políticos, ya puestos, también.