En Italia, en Alemania, en Portugal, en muchos sitios se han descubierto recientemente escándalos relacionados con el amaño de partidos y se han tomado las medidas oportunas, sancionando a quien hiciera falta, para que los culpables pagaran, para dejar claro a los que sintieran tentaciones que tonterías las precisas y para demostrar al aficionado que la competición es lo más limpia posible. En muchos sitios menos aquí. ¿Qué pasa? ¿Que aquí somos todos más buenos que el pan de pueblo?. No, lo que sucede es que aquí tenemos unas instituciones deportivas tan bochornosamente cochambrosas que dan pábulo al "todo vale".
Llevamos ya unos cuantos años en los que al acabar la temporada se habla de supuestas compraventas, como si esto fuera un mercadillo (¡Vamos, señora, todo barato! ¡3x2 en goles! ¡Vendo derrota a precio económico! ¡Mira que puntos más frescos y más baratos que traigo hoy!) en el que se comercia con la ilusión de la gente. Pero van pasando los días, llega septiembre y aquí nunca pasa nada. Este año les toca al Hércules y a Raúl Navas. No sé si serán culpables o no pero, aunque lo fueran, ya te adelanto lo que pasará: nada en absoluto. Cero. Nasti.
Y digo yo: ¿quién es el responsable de esto?. Porque es muy fácil acusar a tal equipo o a tal jugador, y no discuto que tengan su parte de responsabilidad. Pero para mí el principal culpable es el que mira hacia otro lado, llámese Federación, LFP o como sea. No sé si es por ineptitud, porque tienen por qué callar o porque de verdad piensan que esto es el país de la gominola en el que vivimos todos felices y al atardecer nos lanzamos por toboganes de arco iris. Pero, por lo que fuera, aquí nadie mueve un dedo y, claro, cualquier bandolero se ve libre de hacer lo que le dé la gana. Y al final los perjudicados somos los aficionados, los que vamos al campo cada semana pensando que vamos a ver un partido de fútbol y lo que en realidad vemos es un espectáculo más adulterado que el pressing catch. La solución a esto es que se aplicara una sanción del quince a quien lo mereciera. Pero esta vez no va a ser. Y la próxima, tampoco.
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