Un hombre con unos cuantos onces de abril vividos ya y una bufanda albinegra al cuello espera el autobús en la Alameda después del partido. Por la acera una marea de gente en blanco y negro que grita y ríe, y por la calzada cláxons a pleno rendimiento, alguno ya afónico. El hombre llora quedo y se quita las gafas para enjugarse la cara. Llegan dos señores de su misma quinta y le preguntan ¿Qué le pasa a usted, se encuentra bien?. El hombre responde Esto es lo más grande que he visto yo, después de esto lo que pase me da igual.
Una cosa te digo. Fue una gran partido en el que hablaríamos de justicia ganara quien ganase, pues ambos hicieron merecimientos para ello. Tuvo buen juego, emoción, gran ambiente y su dosis de épica. El Cartagena mejoró el juego de las últimas semanas. Sólo a ratos se echó en falta a Longás, y a Cygan nunca. El Murcia demostró que merece la permanencia, y algo más si hubiera estado a este nivel durante la primera vuelta.
Otra cosa. Con todos estos ingredientes, el partido se decantó por dos detalles. Y donde digo detalles pon penaltys. El primero, el del Real Murcia. Los pimentoneros han fallado todos los penaltys de la temporada, pero este no lo fallaron; este lo detuvo Rubén. El segundo, el del Cartagena. No me gustó que lo lanzara Toché, ni quiero pensar que lo hiciera por el pichichi; no es momento de pensar en batallitas individuales. Suspirando, pero la bola entró. Estos fueron los dos momentos clave del partido, pues un penalty no supone sólo una ocasión de gol, sino que tiene un fuerte componente psicológico que afecta más allá de ese momento puntual.
Y todavía te voy a decir otra cosica más. ¿Cuántos años dices que tiene Víctor? ¡Venga, hombre!
El hombre con unos cuantos onces de abril vividos ya y una bufanda albinegra al cuello sube a su autobús. A casa a comer. Es domingo, así que es posible que tenga paella. O a lo mejor no. El caso es que, sea lo que sea, hoy le sabrá mejor que nunca. Y, de todos sus onces de abril vividos, este no lo olvidará durante el resto de onces de abril que le queden por vivir.